El arte somos todos

Hubo una época en que nos pusimos hacer obras de arte con la gente.
Queríamos que todo individuo materializara su presencia en el mundo como una forma de arte que consistiera en él mismo.

Para esto dispusimos que cada quien llevara puesto un marco a fin de transmitirle con él nuestra fe en el arte, demostrándole la conveniencia, y hasta la necesidad, de transformarle, por efecto de su enmarcamiento, no en un receptor sino en un sujeto artístico.

Esta concepción bajo la cual se consideraba a los individuos como portadores de una forma artística que consistía en ellos mismos, la extendíamos también a los objetos, a los animales, a los árboles y, por qué no, a la arquitectura. Incluso, nos imaginábamos la ciudad portando por sus todos lados un marco a la medida de sus cuatro horizontes. No pensábamos cosa alguna sin su respectivo marco. Los párpados bien abiertos anticipaban los formatos rectangulares con que nos esmerábamos en ver materialmente todo lo que nos rodeaba.

-El arte son ustedes, les gritábamos a la multitud desde las tarimas que habíamos levantado en las plazas. Despues de todo el contexto también cuenta. ¿Acaso no es más real que lo imaginado? Tanto es así que concebíamos justamente nuestra convicción de que ustedes y nosotros, todos, absolutamente todos, éramos el arte. Juan Calzadilla, Protofixiones 

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