La alegoría del olfato
El Olfato, una obra perteneciente a la serie los cinco sentidos, que Jan Brueghel el Viejo pintó en 1617 y 1618 con la colaboración, en las figuras alegóricas, de Rubens.
Los cinco sentidos, fue un encargo de la infanta Isabel Clara Eugenia y su esposo Alberto de Austria, soberanos de los Países Bajos meridionales, para quienes Brueghel trabajó como pintor, y los objetos que se obsevan en estas escenas reflejan el gusto de las cortes europeas del momento.
De esta maravillosa obra, se extraen 10 tipos de aromas que hoy, se exponen en el museo del prado. El primero de los perfumes creados es Alegoría, que se inspira en el ramillete de flores que huele la figura alegórica del olfato, formado por rosa, jazmín y clavel.
El segundo se centra en los guantes; ya que las élites sociales de la Edad Moderna perfumaban esta prenda para enmascarar el mal olor del curtido y tener cerca un aroma agradable; esa fragancia reproduce el olor de un guante perfumado de ámbar según una fórmula de 1696, consistente en resinas, bálsamos, maderas, esencias de flores y un acorde de cuero fino.
El aroma de Higuera, interpreta el olor vegetal y húmedo; remite a la textura aterciopelada de las hojas de esa planta, así como al color oscuro de su tronco y sus ramas.
Las flores del naranjo amargo, de las que se extrae la esencia de neroli, por destilación al vapor de agua. Los alambiques que vemos en la parte izquierda de la imagen se empleaban justamente para destilar este tipo de producto.
El jazmín, al sumergir sus flores en un líquido volátil de composición grasa, este se enriquece con sus componentes odoríferos y, cuando el líquido está saturado, se calienta ligeramente para conseguir que se evapore. Huele diferente por la mañana que por la noche y, como otras plantas de la pintura, es una importación procedente de lugares más cálidos.
La rosa, la más reconocible de todas las flores, (según Plinio el Viejo, ya en el siglo I era la flor más utilizada para ese fin, pese a que hacen falta trescientos mil ejemplares, recogidos a mano al amanecer, para tener un kilo de su esencia). Brueghel pintó ocho variedades, entre ellas la centifolia y la damascena. E igualmente el lirio, seguramente la materia prima más cara de la perfumería; su absoluto se llama iris y no se obtiene de la flor, como en otras plantas, sino de los rizomas, que han de madurar entre cinco y siete años.
Las últimas creaciones del perfumista corresponden a narciso, civeta y nardo. El primero, cuando se utiliza en perfumería, se cultiva sobre todo en la región francesa de Aubrac y, en la época de Jan Brueghel, la esencia se obtenía por destilación.
En cuanto a las civetas, se extraía una sustancia resinosa de sus glandulas entre las patas traseras, la algalia, usada antiguamente en perfumería: hablamos de un ingrediente poco volátil que se utilizaba como fijador asociándolo a otras fragancias para prolongar su duración en la piel o en un objeto. Su olor es fuerte, casi a excremento, por eso los perfumistas del siglo XVII lo enmascaraban con esencias de flores, maderas, especias y bálsamos.
Por último, un relieve en una fachada en El olfato muestra el episodio de la unción de Jesús en Betania, narrado en los Evangelios: María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús y la casa se llenó del olor del perfume. El nardo usado entonces era de origen indio y muy costoso.
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